¿Existe otro fast-fashion posible? La industria de la moda y las preocupaciones por el medio ambiente

Por la comodidad de encontrarla en todas las plazas comerciales, por sus bajos precios o por la posibilidad de adquirir prendas que se adapten a las tendencias, todos hemos alguna vez comprado ropa en tiendas de fast-fashion. Este tipo de ropa se ha encontrado en los últimos años con un fuerte cuestionamiento a la ética de su sistema de producción, que utiliza mano de obra precarizada o forzada en países del sur de Asia como Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka o China, y que trabaja bajo un esquema de producción masiva que supone fuertes daños ecológicos. 

La industria del fast-fashion es responsable por la generación de 92 millones de toneladas de basura por año.

Uno de los graves problemas de esto es que la mayor parte de estos residuos no se reciclan. Tan sólo en México, según los datos del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), solamente el 5 por ciento de la ropa desechada llega a centros de reciclaje. El desperdicio y la sobreexplotación de recursos naturales como el agua y el petróleo han sido uno de los sellos de identidad de la industria de la moda en las últimas décadas. 

De acuerdo con el informe “Destino Cero: Siete años desintoxicando la industria de la moda”, publicado por la organización Green Peace,  uno de los principales efectos de la producción de este tipo de ropa es la contaminación del agua por microplásticos que se desprenden por el lavado de textiles sintéticos. Se estima que al año desembocan en los océanos 500 mil toneladas de este tipo de contaminantes. 

En un informe titulado “A New Textiles Economy”, la Fundación Ellen MacArthur señaló la principal causa de un consumo desmedido de recursos en la industria de la moda es el sistema lineal de producción. Esto se refiere a un esquema mediante el cual las empresas obtienen recursos, los modifican, crean valor para la sociedad, ofrecen sus productos a los consumidores y cuando éstos empiezan a ser inservibles los desechan. Como una alternativa, la Fundación Ellem Macarthur sugiere un modelo basado en cuatro ejes fundamentales: Dejar de usar sustancias que despidan microfibras, aumentar la durabilidad de la ropa, mejorar de forma radical el reciclaje e implementar materiales renovables en la producción de la ropa. Claramente en el mejor de los escenarios este tipo de medidas podría contribuir al cuidado del medio ambiente, pero no deja de parecer complicado que este tipo de acciones pueda llevarse a cabo en un modelo de negocios construido en un sistema de producción donde el volumen permite mantener precios bajos.

La empresa Inditex, que es probablemente la más influyente y poderosa del rubro, dueña de las marcas Zara, Bershka, Pull and Bear, entre otras, anunció recientemente una serie iniciativas sustentables para la elaboración de sus productos.

El objetivo de Inditex es que para el año 2025 toda su mercancía hecha con algodón, lino y poliéster sea sustentable.

Esto quiere decir que todos estos materiales base de las telas sean realizados con materiales reciclados u orgánicos. En una entrevista para Vogue, Pablo Isla, ejecutivo de la compañía, aseguro que Inditex tiene la misión jugar un rol central en los cambios que demanda la industria para el cuidado del medio ambiente. Otras marcas con Mango, Asos, H&M y Uniqlo se han sumado a los compromisos trazados por Inditex. 

La reacción de la industria de la moda ante los juicios negativos a sus esquemas de producción demuestran que la necesidad de un cambio es urgente. Ante un paradigma que resultaba insostenible han surgido ya algunas alternativas como la tendencia del slow fashion, que básicamente consiste en la visión de algunas marcas de ropa de producir pocas prendas de una misma colección, utilizar textiles y materiales sostenibles y pagados a un precio justo para las productores, así como la distribución en pocos puntos de venta. En el mismo sentido, la organización canadiense Fashion Takes Action ha publicado en su portal web una invitación a los consumidores y a la industria a serguir las 7R: reducir, rentar, resignificar, reparar, reusar, revender y reciclar. Un bien mayor harían las empresas de la moda en ofrecer servicios para la reparación y el reciclaje de prendas usadas para revertir algunas tendencias de consumismo desmedido.

No sobra decir que si bien es cierto que en los consumidores recae una parte de la responsabilidad, no puede negarse que son las grandes empresas de la moda las que tienen el mayor peso en la transformación de éste mercado estratégico. Vigilar los procesos y los resultados de estas empresas y sus compromisos resulta pues de vital importancia para dar un paso hacia delante en los objetivos de un desarrollo sostenible en todos los niveles. ¿Crees tú que las marcas de fast-fashion puedan cumplir los compromisos marcados en sus agendas para cuidar el medio ambiente? ¿Consideras que es mejor dejar de consumir sus productos? ¿Te parece que puede ser accesible el slowfashion para la generalidad de los consumidores? 


Jonathan Daniel Pryce, ¿Is Fast-Fashion taking a green future seriously?, Vogue 
The 7 R’s of Fashion
Promoción de la economía circular en el sector de la moda y textil en México, CEMDA
Destino cero: siete años desintoxicando la industria de la moda

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