Diseño y séptimo arte. Parte 2.

En esta segunda parte, analizamos otra arista más de la conexión que surge entre el diseño y el séptimo arte: posters, carteles, afiches, ese medio publicitario tan antiguo y poderoso que no pierde su vigencia.

Escrito por Ángel Ramírez.

 

Antes de empezar con esta segunda de cuatro entregas, te recuerdo querido lector que sería preferible ir a Séptimo arte y diseño Parte 1, para tener un poco más de contexto sobre lo venidero. Bajo advertencia no hay engaño.

Sin más preámbulo, comencemos hablando sobre esta segunda parte, donde el principal protagonista es el soporte gráfico publicitario más que antiguo, pero aún vigente y más vivo que nunca: el cartel o poster. En este caso aplicado en el campo cinematográfico.

La primera parada obligada, aunque no necesariamente ligada al cine directamente, nos remonta a los años 1800 en Francia. Jules Cheret, un prolífico pintor y litógrafo, se destacó por su extensa colección de carteles que abarcaban desde el mundo teatral hasta la publicidad de diversos productos. Su influencia fue tan significativa que inspiró a otros a seguir sus pasos, como Henri de Toulouse-Lautrec, otro renombrado cartelista francés con una amplia producción en el ámbito publicitario y teatral, aunque ambos también incursionaron en la pintura. En sus inicios, el cartel mantenía una estrecha relación con la pintura, generalmente expresionista en estilo al representar personas y lugares, siendo la principal diferencia su técnica de reproducción, mayormente la litografía.

Con este breve contexto, podemos rastrear cómo los carteles de cine aplicaban representaciones y técnicas similares a las de la pintura. En aquel entonces, los creadores de estos carteles solían haber estudiado en escuelas de arte, lo que explica la influencia de movimientos como el expresionismo, el modernismo y el art decó en sus diseños. Además, es crucial destacar que estos carteles, al ser prácticamente la única forma de promocionar películas, solían combinar información textual con imágenes ocupando un espacio equitativo.

En las décadas posteriores a los años 40, el papel de la tipografía en los carteles cinematográficos se volvió más prominente. De hecho, comenzaron a forjar la identidad misma de la película.

El diseño gráfico no surgió como la pintura, sino que se gestó a partir de necesidades visuales, originadas en el cine y la fotografía. Al ahondar en la complejidad de la creación de un cartel, se puede simplificar en tres elementos clave: imagen, composición y tipografía. Escuelas como la Bauhaus fueron pioneras, con renombrados artistas de diversas disciplinas que impartían conocimientos sobre estos aspectos. Esta corriente educativa, iniciada en Alemania, se trasladó posteriormente a otras naciones como Estados Unidos, debido a desplazamientos forzosos y persecuciones ideológicas tras la Segunda Guerra Mundial.

¿Recuerdan que en el blog anterior mencioné al genio de Saul Bass? Pues él y otros estudiantes de la Liga de Artes de Nueva York se beneficiaron de los conocimientos de estudiantes y profesores de la extinta Bauhaus, un hito en la profesionalización del diseño. Bass, en particular, lideró esta tendencia en los carteles de la época. Otro destacado de ese tiempo fue Bob Peak, conocido por su enfoque en la ilustración figurativa, a diferencia de Bass, que destacaba por su enfoque conceptual en los carteles.

El siguiente gran avance en el cartel cinematográfico ocurrió cuando la fotografía y la fotocomposición se convirtieron en herramientas habituales. La fotografía se fusionó gradualmente con la ilustración y luego se utilizó esta última para retocar las fotografías.

A partir de la próxima década, se observa un creciente protagonismo de la fotografía, ya que ha sido siempre una herramienta para presentar a los actores principales y dar un vistazo a la premisa de la película.

Paralelamente, surgió una tendencia donde la imagen cobraba mayor relevancia que el texto. Con la creciente democratización de la televisión, los tráilers se convirtieron en una herramienta clave para promocionar las películas de la época. Esta evolución benefició a los diseñadores de carteles al reducir el texto, permitiendo que la imagen, fotografía o ilustración ocupara un lugar central en la composición, creando una estética más concisa y sintética.

Cada vez es menos común encontrar posters impresos, salvo si están destinados a ser exhibidos en cines o son ediciones coleccionables. En estos carteles, los textos se han vuelto opcionales, convirtiéndose en un elemento visual más que se integra a la composición.

Aquí haré un apartado para destacar el trabajo de dos diseñadores en particular. El primero es Javier Jaén, un diseñador español reconocido por su colaboración con Pedro Almodóvar. Jaén explora conceptos provocativos con una paleta de colores simple pero impactante.

Y, por otro lado, tenemos al griego Vasilis Marmatakis, quien hace una impecable síntesis y sobriedad de la imagen, al mismo tiempo que suele darse licencia en el uso tipográfico de los textos como herramienta visual.

Espero esta entrega les haya sido amena, y estén listos para la siguiente parte. Antes de que eso suceda, ¿Qué cartel cinematográfico de los últimos años ha sido su preferido?

 

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